lunes, 14 de septiembre de 2009

EL LIBRO DE LOS ABRAZOS. EDUARDO GALEANO.

Tenían las manos atadas, o esposadas, y sin embargo los dedos danzaban, volaban, dibujaban palabras. Los presos estaban encapuchados; pero inclinándose alcanzaban a ver algo, alguito, por abajo. Aunque hablar estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.
Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:
- Algunos teníamos mala letra- me dijo-. Otros eran unos artistas de la caligrafía.
La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie: en cárceles y cuarteles, y en todo el país, la comunicación era delito.
Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de la rejas o los pasos de las botas por los corredores. Fernández Huidobro Y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos, a través de la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuestas.
Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada.

DESNUDO INTEGRAL




Creo firmemente que una de las cosas más difíciles del mundo es mirarle a los ojos a la vida que uno posee (o más bien, a la vida que le posee a uno). Eso es lo que hace Juan José Millás en este libro lleno de vivencias personales, cuya narración lo deja casi en cueros. En medio de ese amasijo de carne y hueso se descubre una mirada individual, personal, propia ,que ,hipersensible y analítica, aletea sobre el mundo de forma especial y a un hombre metalingüístico (si es que este adjetivo puede ser aplicado a las personas), que desnuda a las palabras hasta hacerlas enrojecer.